Con el riesgo de parecer «racista», el actor hidalguense considera necesario encontrar un equilibrio «para vernos como los mexicanos que somos»
Después de haber actuado en películas como Miss bala (2011) o El infierno, Noé Hernández ha interpretado a “puro sicario, a puro matón”. El actor hidalguense (1969) piensa que esa trayectoria está relacionada con su apariencia física, con un tono de piel que en México está vinculado a estereotipos o a discriminación, como lo recoge la última Encuesta Nacional sobre Discriminación (INEGI, 2017).
“Yo no tengo la culpa de haber nacido con este rostro”, suelta el actor que entre esa generalidad rescata algunos roles. Como el de Canelita en la película La Tirisia, del oaxaqueño Jorge Pérez Solano. O Delirio, en el largometraje de ficción Finlandia, del mexicano Horacio Alcalá, y que se estrena en 2021.
“En México, los tipos de mi rostro o de mi color de piel generalmente somos los asesinos, los sicarios, los violadores, los personajes malos de la historia. Y los personajes protagónicos, aunque sean mexicanos, usualmente son güeros o guapos aceptados dentro del canon de belleza”. Para Hernández, el físico atraviesa al cine hecho en México. “O es por mucha flojera de los directores o no quieren arriesgarse a otorgarle el personaje (protagónico) a un actor sin tener en cuenta sus apariencias físicas, sino apostarle al trabajo interpretativo, a la capacidad y talento del actor”.
Hay las excepciones, reconoce el actor que de ser el malo de la historia ha pasado a ser uno desmarcado de los estereotipos: con Canelita (La Tirisia, Jorge Pérez Solano, 2014) o con Arcángel (Arcángel, Ángeles Cruz, 2018). Del primero, una entrevista del Imcine recoge en 2015 la experiencia de Hernández, a quien Pérez Solano acudió para interpretar a un homosexual. “Me dijo: ¿no que querías un reto? ¿No que eres actor? iÓrale, ahí está! Y dije: bueno, va”.
Al lado de esas excepciones, el actor hidalguense encuentra una generalidad y curiosidad en las producciones de otros países o de extranjeros. En ellas le han dado personajes “totalmente distintos” a los que lo tienen acostumbrados en su país.
Con esa experiencia en la pantalla grande o en series para plataformas de video bajo demanda, el multinominado para los premios Ariel y ganador de este en tres ocasiones ve necesario “volver a la raíz, ver rostros mexicanos, morenos, chaparros y panzones en el cine en algunos roles protagónicos”.
Es una tarea ardua, explica el galardonado con un Ariel como Mejor actor (por la película Ocho de cada diez). Falta trabajar, concientizar y “venderle al público la idea de que nos aceptemos, de que veamos en roles protagónicos a personajes de nuestro mismo color y de nuestra misma condición. Y que no nos acostumbremos a ver argentinos o chilenos o de otros países haciendo personajes protagónicos en las telenovelas o películas mexicanas”.
Luego reflexiona que su postura puede “verse racista”, aunque necesaria para “encontrar un equilibrio para vernos como los mexicanos que somos, independientemente de que seas moreno, blanco y demás”.
En este año
Noé Hernández es parte del elenco de la película méxico-española Finlandia, en la que encarna a Delirio, una persona muxe (en la región Istmo de Tehuantepec, Oaxaca, se conoce con esta palabra zapoteca a personas con genitales de hombre, pero que se reconocen y asumen en el género de mujer). Su personaje es de un género cuya existencia implica enfrentar un contexto diverso y de visiones encontradas: de violencia, de aceptación, de discriminación, de orgullo, de pensarse como bendición porque se cree que están para cuidar a sus padres.
¿Se ha generalizado una idea sobre las personas muxes? “Por supuesto. De momento, la poca información que tenemos es que se trata del tercer género, que ya hablar de eso es un encajonamiento, desde ahí empieza una sectorización de las condiciones del ser humano”.
El cine mexicano y sus problemas
Como los estereotipos, el actor expone que el cine en México requiere descentralizarse en cuanto a historias. “De pronto hablamos de México y que todo se centraliza en la capital, y fuera, en provincia, hay otros México que casi no conocemos, donde hay historias increíbles”.
Otro de los problemas es la distribución y exhibición, pues señala que del total que se exhibe en el país es de origen norteamericano.