Víctor Alí Torres
La rosa fragmentada es todo, o es nada. Depende. Si usted concibe la poesía como una extensión de la cursilería para recrear el amor de la prenda amada, no es nada. Si usted concibe la poesía como un fetiche, es decir, le concede atributos a la palabra, o en este caso, al poema, más allá de los estrictamente gramaticales, encontrará todo, o un intento de abarcarlo todo, como el Ulises de Joyce; “en los terrenos del arte el hombre ensaya para ser más humano, (para) consolar la paradoja de sentirse inabarcable en lo inamovible desde el psicoanálisis del logos”. Todas las citas serán de Amador en la rosa fragmentada.
La rosa fragmentada es un ensayo sobre la poesía -y sobre los poetas-. Pero es más que eso. Es tan rico este texto a pesar de ser tan breve, me gustó tanto la obra –porque yo soy un cursi, pero también un fetichista de la palabra- que me resulta incómodo reseñarla sin caer en el libelo propagandístico, en la adulación desbordada, describir las bondades del texto sin generar la sospecha de que el autor es muy mi amigo o nos une alguna relación de tipo mercantil o carnal inconfesable, pero no es así. Pero bueno, trataré de ir por partes para poder dar una idea al lector de lo que contiene la obra, y para poder ordenar mis propias ideas respecto de las reflexiones y sentimientos que me genera la misma.
En cuanto a lo estrictamente literario repetiré lo que he comentado en otras ocasiones respecto de la obra de Amador: es un excelente poeta, pero en lo personal admiro y aprecio su capacidad reflexiva y su brillantez dentro del género del ensayo. En el arpón en mis manos (2013) Christopher Amador elabora una poesía que bordea el ensayo, en este caso la ecuación se invierte y resulta más lograda: un ensayo que parece poesía. Un texto lúcido, comprometido, lleno de metáforas e imágenes literarias muy bien logradas que no demeritan la naturaleza del ensayo y a la vez honran la poesía. Lleno de aforismos citables, resulta admirable la capacidad de síntesis para explicar un tema que se refiere a lo casi inaprensible que resulta el oficio del poeta y el objeto de la poesía:“arrastrar nuestra vocación hacia la belleza es la tarea del hombre, buscar que la emoción significativa despierte a los muertos en vida y los reincorpore a la felicidad”.
Entremos ahora a lo interesante del tema. Si usted apreciable lector ha tenido a bien cocinar meta anfetaminas comprenderá muy bien de qué hablamos. Si ha llevado a cabo esta didáctica actividad sabrá que una cosa es una cosa y otra cosa es la esencia de la cosa, es decir, si con algunos matraces, pipetas, o simples utensilios de cocina usted mezcla, evapora, hierve, o lleva a cabo ciertos procedimientos y combinaciones, podrá desagregar los elementos que componen la esencia de esa cosa y verá que cada elemento tendrá en sí misma cualidades y atributos particulares, e incluso contrarias a las que tiene cuando está integrada a la cosa, o simplemente, con un poco más o un poco menos cantidad tendrá resultados inusitados; ahora, si usted lleva a cabo este procedimiento con una perspectiva estrictamente de químico, tendrá un resultado vulgar aunque sea exitoso -conocer anillos bencénicos y demás-, podrá separar los componentes de la cosa y al mezclar unos con otros, podrá quizá crear una nueva cosa.
Ahora bien, si usted realiza este procedimiento con una perspectiva de alquimista, podrá igualmente desagregar los elementos que contienen la esencia de la cosa y crear una nueva -pero no algo vulgar-, algo trascendente, usted podrá crear la piedra filosofal. Esta es la perspectiva de la rosa fragmentada, una visión trascendente de la poesía, casi esotérica al atribuir a la palabra cualidades que van mucho más allá de su uso ordinario, donde la palabra no se limita a nombrar las cosas, sino que es un mantra, el logos, un conjuro que no solamente penetra la esencia de la cosa y es capaz de desagregar sus componentes y trascender su apariencia, el químico de la palabra cree en los atributos materiales, en la estructura química que hace igual a una roca y una piedra, el poeta que logra conocer de forma trascendente el lenguaje, sabe bien que no existen sinónimos, sabe bien que al nombrar la cosa, llamarla roca o piedra alquímicamente está nombrando cosas diferentes, sabe, como los antiguos sabían, que todo vibra, que al nombrar a unas o a otras generará una invocación que va a la esencia de la cosa y la pondrá a vibrar y a interactuar con el resto de los elementos que de igual manera invoca, como Aarón y Moises conocían el verdadero nombre de dios y al nombrarlo frente al arca de la alianza hacían que lloviera maná, “palabra y aroma son dos momentos en que la cosa o la materia, se expande, trasciende”.
¿Qué es la rosa fragmentada? Es ese intento de hacer de la palabra el ombligo que nos une con el todo, porque la repetición de las cosas no es una carencia de originalidad, sino el volver a nombrar las cosas para penetrar su esencia y por lo tanto, poder establecer vínculos con el todo, de ahí la acertada comparación de Amador de los patrones del verbo que se repiten en la poesía y en los poetas, no por incapacidad, sino por su tendencia al infinito, por eso el poeta aspira a la palabra que lo diga todo, pero esa palabra única no existe -quizá el tetragramatón donde se oculta el verdadero nombre de Dios, lo sea-, por eso existe la poesía, porque el poeta no conoce esa palabra, por eso el poema es místico, intenta atrapar el universo, intenta explicarlo, intenta revelarlo, su esencia, sus leyes, por eso la referencia obligada a la serie de Fibonacci, al fractal de Sierpinski, al número áureo, al espiral, al π, el poema aspira a ser el mandala, el cuadro huichol que retrata el universo hilvanando miles de piezas, al igual que la geometría sagrada el poema integra, revela, sintetiza, desborda la percepción rutinaria de las cosas. No es por comparar ni caer en vanos elogios, pero no hay manera de leer la rosa fragmentada sin traer a la memoria a Borges, a Paz, por señalar ejemplos conocidos, para CA “hay poesía en el momento de hallar un detalle infinito donde en otros solo hay discursos, técnica, paisaje.”
El texto se desborda no solamente en imágenes literarias, se desborda paradójicamente al generar un hoyo negro donde todo cabe, pero nada es verdaderamente aprehensible, es tan profunda la propuesta que es a la vez todo y nada, es el pétalo de una rosa que se multiplica hasta el infinito y cada pétalo genera un universo en sí mismo, es hacer del lenguaje un metalenguaje, descubrir la infinita variabilidad de los ceros y unos, que pueden abarcarlo todo, pero no dejan de ser ceros y unos, pero ahí está todo, “belleza, hermetismo y misterio son el nombre y apellido de la rosa”.
Podría seguir citando y discurriendo sobre la obra, sería esfuerzo vano, acabaría siendo más grande la parte que el todo, cada enunciado tiene su vida propia, contiene sus propias contradicciones, su tesis y su antítesis, el logos que contiene su propia síntesis, su causa y efecto que se explican a sí mismo como un coyote rabioso y hambriento que se devora a sí mismo empezando por la cola y cuando termina de engullirse no desaparece, sigue allí, mirándose por dentro.
Texto iniciático para los amantes de la poesía, pero también para aquellos que con candor o con coraje no se resignan y se detienen en lo que es y quieren ir más allá, la meta como prefijo y no como fin, que buscan la meta-física, el meta-lenguaje, la meta-cognición, recorrer un laberinto pero no para llegar a la “meta”, sino un entrar en un laberinto fractal donde se trasciende ese fin y se entra a la geometría infinita donde al fragmentarnos tanto, una y otra vez, no desaparecemos sino que acabamos siendo parte, por fin, del todo.
Desfragmentando a Christopher Amador
Tozudo predicador de tiempo completo respecto de las bondades y retos de la poesía, adicto a la palabra y a los soliloquios, no podríamos ya decir que CA es un impostor, si es que alguna vez lo pensamos, la larga lista de premios y reconocimientos que ha obtenido dan cuenta de que efectivamente, es un poeta, y al parecer, un buen poeta y ensayista. Porqué la duda entonces, por la enorme convicción en lo que dice, qué puede resultar más sospechoso hoy en día que la congruencia, toda la obra de CA esta nutrida de la defensa de la palabra, del cuestionamiento de los motivos del poeta, de la consagración obligada a lo que se hace. Merolico sin plaza, orador sin ágora, Amador va por la vida siendo poeta de tiempo completo –jamás lo invitaría a una fiesta-, la obra y la personalidad de CA dan cuenta de que hay que serlo y parecerlo, para Amador ser poeta no es un oficio, es una forma de ser, ese es el compromiso de él y de su obra: ser; no ser un simple acomodador de palabras, de entelequias gramaticales, esgrimista de la palabra, no, conceder a la poesía un valor más trascedente que el simple acto material de aporrear teclas, como un servidor ha venido haciendo desde párrafos atrás.
BCS ha dado grandes poetas y escritores, pero pocos se han animado a soltar las amarras, a creerse de verdad poetas y salir de esta ínsula barataria, de esta Cálida Fornax y como Quijotes irse a buscar su destino. La obra de CA ha trascendido esta cárcel de agua, no solamente al Mar de Cortés, sino además el Atlántico y pone a las letras sudcalifornianas a la altura de cualquier otra de habla hispana, sumándose al selecto grupo de escritores de esta tierra que de igual manera lo han logrado.