De nueva cuenta las letras sudcalifornianas se visten de manteles largos gracias a la obra de Christopher Amador, en esta ocasión por el premio nacional de poesía “Tinta Nueva” 2020; Peces Gordos es el título de la obra con el que el poeta sudcaliforniano se hizo acreedor de este reconocimiento de la editorial que a lo largo de sus 23 años de trabajo en el mundo de las letras y cuyo proyecto cuenta entre sus colaboradores durante estas dos décadas a Martha Chapa, Carlos Monsiváis, Guillermo Samperio y José Luís Cuevas entre otros.
Amador en esta ocasión sentado en la desierta playa de la contemplación construye su edificio literario sobre los cimientos del mar y sus poetas; Octavio Paz, Hemingway, y desde luego, el esteta del mar y el desierto, Raúl Antonio Cota, son los que prestan su voz para dar pie a la reflexión, sobre su obra y sobre su percepción acerca de algo que es un referente inevitable para los habitantes de ésta ínsula muy barataria. La relación que se da entre Amador, los poetas y su obra y entre estos y el mar resulta por demás interesante y es un ejercicio muy bien logrado. Si la idea de C.A. era hacer un homenaje a esos peces gordos sobre el hilo líquido y salino de un tema específico que los hermanara a todos, incluido a él, este ejercicio va mucho más allá de eso, la reinterpretación de las imágenes, el eco de las palabras, el compartir el arrobo abisal que genera el mar, complementar el cuadro con otras pinceladas es, en el fondo, lo que mantiene viva una obra, ese eco decodificado por otras voces, en otros momentos, desde la otra orilla es lo que hace que permanezca la poesía.
En esa dialéctica, el poeta abreva, sintetiza y crea algo nuevo, pero ese algo mantiene viva la idea, el sentimiento anterior, prolongando la herencia poética original y fundiéndola con la nueva, y ésta a su vez se fundirá con las que vendrán, así la poesía, cada poesía, cada verso que es parido a los ojos del lector nunca morirá, seguirá presente por siempre, en otras voces, en otros tonos, una idea que se hace viral y llega a miles, pero que su origen se vuelve imposible de rastrear. Con los trabajos anteriores de Christopher Amador hemos podido observar su devoción y su preocupación por la poesía, por esta flor mística que se desdobla y multiplica, en esta oportunidad si bien es cierto el trabajo del autor retoma en mayor medida la vena meramente poética, siguen presentes los esbozos de la reflexión más profunda sobre el ser y el discurso que ha venido modelando a través de toda su obra. En Peces Gordos entrar a un diálogo con personajes tan contundentes no resulta un trabajo menor, es de hecho, atrevido, como en cualquier tertulia donde se encuentran autoridades en la materia, uno se encuentra en la disyuntiva de qué decir y cómo decirlo. Amador lo entra a este diálogo con figuras que está por demás reseñar su importancia, y lo hace de una manera brillante, interlocutor entre el ayer y el hoy, glosador de imágenes y sentimientos, uno lee a C.A. y puede sentir de nuevo la esencia de los autores referidos, diálogo sutil sin confrontaciones, cartas póstumas, botellas al mar con correspondencia que tiene como destinatarios a los propios remitentes.
OCTAVIO PAZ
Al igual que mis palabras
nadan los peces, nadan
sin saber a dónde nadan:
todo su propósito es peinar el mar
con sus escamas.
GILBERTO OWEN
I
El mar cambia de forma en cada ola. Nadie me
dijo el nombre del mar,
lo supe con maravillarme, con ir y venir
repartido en la cuenta de sus sílabas
y rimas inconformes. Sirena varada el poema
naufragio inmóvil.
II
Barco de Jacob, diosa itinerante, la única
catedral del mar posible
es la BALLENA. Al ver su lomo las olas se
inclinan.
III
Oleaje: infatigables manos de lavandera
en los lavaderos de la poesía.
RAÚL ANTONIO COTA
El otro lomo del mundo es el poema,
la BALLENA más perseguida
por los arpones de nuestra lengua.
Ola que empuja al lenguaje
hacia los límites de la Academia.
C. Amador se ha convertido en una de las voces de la literatura más prolíficas he importantes de los últimos tiempos en Baja California Sur y en otras regiones del mundo donde su obra ha sido premiada, sin embargo, más allá de los premios y del oropel que esto conlleva, realmente su obra y su capacidad literaria han venido consolidándose, madurando de manera que estos reconocimientos si bien son un halago para las letras sudcalifornianas, ya no resultan tan sorpresivos, pues quien conoce su obra ha podido percibir cómo su trabajo a pesar de abordar diversos temas mantiene una congruencia discursiva, creando su propio universo para que lo habite esa poesía que suelta como un colibrí y quiere verlo revolotear libre en ese espacio, en ese domo hecho de ideas y palabras.